Árbitro argentino confiesa y relata el calvario que vivió en un soborno de Pablo Escobar
Ganar la Copa Libertadores para los equipos colombianos ha sido algo esquivo que desde la década de los 70 hasta los 90.
Antes del título de Atlético Nacional en 1989, los nuestros habían disputado cuatro finales y no habían podido ganarla.
Ese título del elenco de Francisco Maturana tuvo muchas historias detrás que siempre han tratado de ensuciar esa vuelta olímpica en El Campín que tuvo como protagonistas a una de las generaciones más importantes de nuestro fútbol.
La base de la Selección Colombia que fue a los mundiales de 1990 y 1994.Otra de esas historias que salió a la luz, fue la que contó el árbitro argentino Carlos Espósito.
El colegiado elegido para impartir justicia en la semifinal de esa edición entre Nacional y el Danubio de Uruguay.
La ida en Montevideo terminó 0-0 y en Medellín 6-0. Así cuenta el árbitro argentino vía crucis por la Ciudad de la Eterna Primavera el 17 de mayo de 1989, los contó para radio La Red:
«Todo arrancó desde que llegamos al aeropuerto de Medellín. Los árbitros colombianos que nos fueron a recibir ya nos habían entregado, estuvimos obligados. Ibamos por el camino Montañita en el que nos decían ‘acá mataron un árbitro, acá tiraron a un juez de línea…’ En un momento nos cambian de auto. Salimos con el otro auto y hay un roce. Hubo que esperar a la policía. Después de mucha espera fuimos al hotel. Los árbitros no acostumbrábamos a dejar el hotel. Me invitan a una cena y les dije que no… Me levanté a pagar y le dije a la camarera que me llevara un bidón de agua, porque no había agua potable… me golpean la puerta. Y estaba la chica con una botella chiquita. Le recordé que le había pedido una grande. Vuelven a golpear la puerta y le pido a Juan que se levantara. Y fue Bava. A Bava lo conocen… Es difícil mover una mole de ésas. Pero Bava voló. Entraron cuatro, uno con ametralladora, a Gnecco le pusieron una nueve milímetros en la cabeza. Y atrás entró el famoso Popeye, bien vestido, traje, corbata. Traía un maletín. Lo abrió y dijo, acá hay 250 mil dólares. Llévenselo, tranquilos, van a salir de Colombia sin problemas… Antes de eso nos habían roto todos los teléfonos… Les respondimos que habíamos ido a trabajar como corresponde. Cerró el maletín y nos dijo. «La vida de ustedes acá no vale nada. Y en Buenos Aires nos puede costar 1.000 dólares por cada uno». Y ahí se fueron».
Vino el presidente de Danubio, un tipazo, y me preguntó si la habíamos pasado mal. Sabían todo. A ellos les había pasado lo mismo».
Además añadió: «Insistieron, les volvimos a decir que no. ‘¿Qué hacemos?’, les pregunté a Bava y Gnecco. No sabíamos para qué lado arrancar. Les sugerí agarrar las valijas e ir a dormir al aeropuerto. Pero Gnecco, que conocía Colombia, y que una vez le habían bajado una puerta de un tiro, me gritó: ‘¡Escuchame pelotudo -sic-, nosotros de acá no nos podemos mover!’. Esto fue un día antes del partido. Me asomé por la ventana y abajo había cinco tipos que no se movían. Pensamos en llamar a Grondona. Al otro día, sin dormir, salió Bava a comprar cigarros, a pesar de que habíamos dejado de fumar hacía meses. En eso vino un árbitro, voy a dar el apellido: Sierra. Y nos dijo que nos debíamos levantar porque había que ir a sacar un permiso de trabajo».
Al final hubo como15 muertos por la gente que salía a los balcones y tiraban los tiros al aire».
Sin embargo, lo más grave estaba por venir, así fue el arribo al Atansio Girardot: «Al llegar a la cancha, nos dejaron el auto a unos 300 metros de la entrada. Estábamos rodeados. Llegamos al vestuario y el árbitro colombiano que nos había visitado en el hotel se apareció con una virgen.
Gnecco le pegó una patada a la virgen que voló no sé adónde. Ahí llegó el jefe de policía de Medellín y le expliqué que apenas terminaba el partido nos teníamos que ir al aeropuerto. Me explicó que si ganaba Nacional iba a ser difícil por la fiesta. Pobre hombre, si ven la serie de Escobar, a los pocos días lo acribillaron».Una vez terminado el encuentro: «El partido terminó 6-0. En alguno de los goles, lo miré a Bava y nos hicimos la cruz. Al final hubo como15 muertos por la gente que salía a los balcones y tiraban los tiros al aire. Nos terminados yendo al aeropuerto. Y estaban los uruguayos, que se tomaban el mismo vuelo. Vino el presidente de Danubio, un tipazo, y me preguntó si la habíamos pasado mal. Sabían todo. A ellos les había pasado lo mismo».
Así finaliza el relato del árbitro argentino: «En realidad, no íbamos a contar nunca esta historia. Pero alguien abrió la boca.
Después, como se destaoó, fuimos a ver a Julio, y Julio llamó al presidente de Colombia».La historia terminó, como todos saben, con el título de Atlético Nacional ante Olimpia en Bogotá a finales de mayo.
Una larga tanda de penales y un duelo para alquilar balcón entre René Higuita y Ever Hugo Almeida. Dos históricos del arco a nivel continental.
Por otro lado, el cartel del Medellín se acabó en diciembre de 1993 con la muerte de Pablo Escobar. Popeye, el último sobreviviente murió producto de un cáncer en Bogotá, el año pasado.