Cuba envía a miles de trabajadores de la salud a diversos países, en donde también sus derechos son ignorados. Mientras el régimen recibe jugosas sumas, los médicos reciben una fracción de lo que pagan dichos países.
Cuba se enorgullece de sus médicos. Para el país caribeño, su sistema de salud es el buque insignia del país. En 2018, contaba con más de 95.000 médicos, para una isla con una población de sólo 11 millones. En el estado federado alemán de Baden-Wurtemberg hay 51.000 médicos para igual número de personas.
El Estado caribeño tiene tantos médicos que puede enviarlos regularmente a otros países: según el Ministerio de Relaciones Exteriores, más de 2.000 médicos cubanos han ayudado a aliviar las consecuencias de la pandemia del coronavirus en 35 países de cuatro continentes. Hoy, Cuba tendría unos 30.000 asistentes médicos en el exterior. Varios miles profesionales de la salud y de otro tipo trabajan en el extranjero, incluso sin crisis agudas, especialmente en países con gobiernos de corte socialista como Venezuela o anteriormente en Bolivia, bajo el mandato de Evo Morales.
El gobierno de La Habana recibe jugosas sumas por los servicios prestados por los médicos. Su «exportación» es una importante fuente de divisas para el régimen, los propios trabajadores cualificados reciben sólo una fracción de lo que pagan los países receptores.
La ONU habla de «esclavitud» y HRW pide respeto de sus derechos
Estas circunstancias son conocidas desde hace mucho tiempo. Pero la crítica internacional apenas crece: relatores especiales de la ONU asocian en un informe de 2019 el sistema de los médicos cubanos con «esclavitud moderna». Ahora, Human Rights Watch (HRW) se suma a las denuncias sobre las condiciones de trabajo. Según HRW, las «draconianas» normas de conducta violan numerosos derechos básicos de los médicos llamados «colaboradores», como la libertad de expresión, libertad de reunión, libertad de movimiento, derecho a la privacidad y otros.
«Los médicos cubanos están haciendo un trabajo valioso, pero a expensas de sus derechos más básicos», dice José Miguel Vivanco, director de HRW para América Latina. «Los gobiernos que quieren el apoyo de los médicos cubanos deberían animar al régimen cubano a revisar este sistema orwelliano, que dicta a los médicos con quién vivir, o de quién se pueden o no enamorar, y hasta con quién se les es permitido hablar».
Se exige lealtad, se incita a denunciar a los colegas
De hecho, las normas de conducta del personal sanitario cubano en el extranjero, por ejemplo, estipulan que deben informar a sus superiores sobre las «relaciones amorosas» con la población local. Está prohibido cualquier contacto con personas críticas con la «revolución cubana», así como permanecer en «lugares indecorosos». Cualquier mala conducta de los colegas debe ser denunciada inmediatamente.
Las amenazas de castigo van desde una reprimenda pública hasta la retención de salarios, pasando por la exclusión de una misión y el traslado a otra región dentro de Cuba. Los que dejan la misión sin permiso, escribe HRW, deben esperar incluso ser acusados en Cuba. Cualquiera que abandone completamente una misión extranjera, dice la página de asesoramiento legal Juriscuba, tendrá que esperar ocho años antes de que se le permita volver a entrar en Cuba.
Médicos cubanos son convertidos en «testaferros del régimen»
Las normas de conducta actuales datan de 2010, pero las represalias son más antiguas y los médicos las sufren con especial dureza porque «sirven de testaferros del régimen comunista», afirma Antonio Guedes, expresidente y miembro de la junta directiva del partido en el exilio Unión Liberal Cubana (ULC):
«Construir la imagen de una superpotencia médica siempre ha sido una de las principales prioridades del régimen. El actual médico recibió asilo político en España a principios de los años ochenta tras ser expulsado de la Universidad de La Habana por sus opiniones.
Viajar al extranjero fuera de las misiones oficiales es difícil para todos los cubanos, y casi imposible para los médicos, agrega Guedes. Al mismo tiempo, los médicos que se niegan a hacerlo tienen que temer las consecuencias. El hecho de que HRW esté pidiendo ahora a los países destinatarios que ejerzan presión sobre el régimen cubano es algo que Guedes saluda, y lamenta que no se haya hecho antes. Aunque cree que probablemente sea en vano: «Ya era hora. Y tendría mucho sentido que el gobierno cubano se viera obligado a mejorar las condiciones de trabajo en las misiones -y en la propia Cuba». Sin embargo, no cree que eso suceda: «Ni los países destinatarios ni los inversionistas extranjeros en Cuba tienen ningún interés en criticar el abuso».
La propaganda de «superpotencia médica»
Una pérdida de prestigio podría pesar más para el gobierno cubano. «Mantener la imagen de Cuba como superpotencia médica es clave para el régimen», asegura Guedes. Los favores políticos, la información de inteligencia y las compensaciones económicas en forma de petróleo o dinero que recibe La Habana a cambio son, en realidad, secundarios para el régimen cubano, cree el político exiliado.
Sin embargo, Guedes teme que nada cambie tan rápido, ni siquiera bajo el nuevo gobierno: «La Constitución sigue siendo la misma, y el partido también», dice el médico vetado en Cuba. Además, no es necesario que el régimen actúe. Porque casi nadie en el extranjero quiere admitir que Cuba es un Estado represivo con una población empobrecida.
Y que el sistema de salud está en realidad tan enfermo como en otros países en desarrollo: «Faltan medicamentos, falta equipo y los mejores médicos se prestan al extranjero. Sólo los turistas y las élites cubanas reciben un tratamiento adecuado en Cuba. Sin embargo, la imagen romántica del comunismo cubano y la superpotencia médica persiste».
Fuente: dw